Clara.

22 Nov

Clara se queja. No la veo mucho, pero me causa gracia que cada vez que la veo se queja. Se dio la casualidad que las últimas veces que nos encontramos, fueron viernes, y siempre salía la misma charla.

Que no lo puede creer, que quiere descansar, que llega el viernes y tiene que salir. Que está cansada de toda la semana y que el cuerpo no le da más como para salir «fuerte» los dos días del fin de semana. Que espera toda la semana a que llegue el viernes para poder descansar y quedarse en casa mirando una película o una serie abajo del acolchado y con el ventilador prendido. Porque tiene aire acondicionado, pero no lo sabe regular muy bien y se le terminan congelando los pies que deja afuera destapados.

Se queja que tiene todos los viernes de acá a fin de año ocupados con algún evento que no puede renunciar. Y me los ennumera. Debe ser porque es verano y fin de año, y todos se acuerdan de las personas que no ven hace mucho tiempo. O con el calor quieren salir a festejar. Festejar cualquier cosa, quizás ni siquiera con la excusa de un festejo. Ya me lo dijo varias veces, tuvimos la misma charla la vez pasada, pero como me habla entre los gritos de las chicas -que tienen un tono particularmente especial, por lo alto- pierdo concetración rápido.

Y veo que modula y me pone caras, y yo asiento con la cabeza. Le miro las manos, y veo las uñas color salmón fosforescente que se acaba de pintar. Y de repente me acuerdo que me está contando algo y trato de engancharme en la conversación, y la escucho decir: «Y el siguiente a ese, tengo la fiesta de fin de año del trabajo, que no tengo muchas ganas de ir porque…» Y #modoOFF otra vez.

 

Clara es rara a veces. Es social con los que conoce, divertida, suelta y tiene ese no sé qué que divierte. Pero se convierte en un Ficus cuando está entre desconocidos. Tampoco son desconocidos, son amigos nuestros que quizás ella no conocía antes, pero el grado de separación no es más que uno, o dos. Es muy linda, tiene atributos que a cualquier hombre le pueden parecer atractivos. Dos patitas de tero (siempre me hubiese gustado tener patas de tero), pelo rubio, muy buen gusto para vestirse, y una linda cara. Pero todo se apaga cuando se transforma en una planta apoyada en el rincón del sillón. En las reuniones, no toma ni un vaso de agua, no charla, no pregunta, no se ríe, no se enoja, no se levanta ni se va. Se queda ahí, esperando que pase el tiempo, que sus amigas se diviertan y que llegue el momento para ir a bailar. Quizás se divierte cuando baila, aunque no podría decirlo. Creo que nunca la vi bailar.

Clara llora un amor perdido. Un amor que tuvo y que no supo dejar ir. Un amor con la que se acompañó en los años más importantes que lleva de su vida, un amor que le dio todo y que se lo llevó todo cuando se fue. Hay amores para toda la vida, y otros que te arruinan la vida. 

No fue un mal amor, la pasaron bien juntos. Se supieron querer y crecer juntos, pero simplemente él tuvo que irse. Los caminos lo llevaron por lugares donde tuvo que elegir prioridades. Y Clara lo empujó, lo apoyó y lo motivó a que los siga. Pero Clara nunca pensó que esos caminos no lo traerían de vuelta y que sería tan difícil para ella olvidar. O seguir.

Clara no olvida. No deja ir ni deja venir. Se mantiene sumergida en el recuerdo de lo que fue ese amor, en un tiempo y un espacio que ya no existe. De vez en cuando se ven, la visita y Clara se abre a él convencida que ésta vez no se va a volver a ir. Que esta vez se va a quedar. Pero él se va, y Clara queda atada a la ilusión que cree escuchar cada vez que se vuelven a ver.

Clara compara. Si conoce a alguien nuevo, no le gusta porque jamás dará los besos que daba El Que Se Fue. Ni hablar de lo lindo. Ni de cómo ella se divierte con él. Ni de las charlas que tienen. Lo que Clara no sabe es que El Que Se Fue tampoco es el mismo, y tampoco se compara con lo que ella alguna vez conoció.

Clara lo tiene todo, pero lo deja pasar. Tiene todas las posibilidades de ser feliz, pero elige el camino más difícil.

Veo que se están terminando los dedos de la mano y debe significar que está por terminar de ennumerar los eventos que tiene agendados los viernes, de acá a fin de año, así me dijo. Me causa ternura y gracia a la vez. Me dice que no me olvide, que dentro de dos fines de semana es su cumpleaños, y que por más que le pese tener que salir un viernes, va a festejarlo.

Yo le respondo que obvio que voy a ir, y que no se queje, que en definitiva, diciembre y febrero son los meses más lindos para salir a la noche en Buenos Aires. Son ideales para perderse por las calles de la ciudad y terminar en algún bar de barrio, tomando una cerveza en un mesita de la vereda. que aproveche que tiene programa los viernes y se divierta. Pero a Clara le cuesta disfrutar.

 

 

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