El sábado fuimos a un boliche en Palermo por el cumple de una de las primas de las chicas. Fue raro. Palermo es un mundo raro. Corrección, no es raro, es simplemente que no estamos acostumbradas a ir por esos pagos. No estamos acostumbradas a tardar veinte minutos en estacionar y tener que caminar tres cuadras hasta llegar a destino. No estamos acostumbradas a llegar a la puerta del bar y que -además de no conocer a nadie que nos esté esperando para hacernos entrar- tengamos que esperar a que «salgan algunas personas» para poder ingresar. No estamos acostumbradas a que nos cobren la entrada y a cambio nos den una consumición que sólo sirve para una cerveza. ¡No tomamos cerveza! Por suerte este bar nos daba la posibilidad de poner un poco más de plata y comprar el trago que quisiéramos.
No se trata de ser más o menos cancheras, más o menos top, pero acostumbramos ir a lugares donde quienes organizan son amigos y sí… tenemos ciertos beneficios.
Llegamos medio tarde, el bar ya estaba a pleno, así que después de encontrarnos con el resto de las chicas y ubicarnos en unos sillones cerca de donde se bailaba, agarré el ticket de consumición de mi amiga -con la que había llegado- y encaré la barra para buscar un trago. La barra era imposible. Lo que parecía lo más complicado resultó ser lo más fácil: sobornar con una sonrisa al cajero para que en vez de cobrarnos la diferencia nos acepte un ticket extra (que nos había dado la cumpleañera) a cambio de dos Fernet. Lo complicado fue lo que siguió. Atendiendo la barra había un solo barman, que cuan pulpo intentaba atajar todos los pedidos. Logré hacerme un lugar entre la gente, y aunque lo tenía en frente, el chico me miró con cara de desesperación y con ojos de «¡¡¡aguantame un segundo!!!» que me dio lástima. Minuto seguido, se me acerca, agarra el ticket de mi mano y me prepara los tragos.
Cuando me da los dos vasos y encaro la escapada de ese tumulto de gente, el chico que tenía al lado esperando a ser atendido me dice «¡Ah claro, siendo mujer es taaaan fácil!» a lo que yo le respondo mientras maniobraba para no volcar y con una sonrisa en la cara: «¿Te parece fácil ser mujer? Nosotras conseguimos que nos atiendan antes, pero tenemos que depilarnos y nos indisponemos todos los meses, no podemos encarar a los hombres porque se asustan y si tenemos muchos amantes nos consideran unas fáciles. Sufrimos 9 meses de embarazo y encima tenemos que parir a sus hijos. ¿Te parece que no nos merecemos algún que otro beneficio?»
Atónito. Por un segundo pensó que estaba loca. Segundo seguido estalló en risa. «Sos una ídola y tenés razón. Anda, que prefiero esperar a que me atiendan y seguir siendo hombre».
Chicos: no se quejen, que no saben la suerte que tuvieron en nacer varones… aunque nosotras tenemos nuestras cosas buenas (y son varias).
Chín-chín por los beneficios femeninos.
ayyyy ianquiii me acuerdooo y me rio!!
cada vez mejor lo tuyo!!!
besooteee