No defino bien la teoría.
Por un lado creo que el pasado de las personas -en especial esa época infame llamada adolescencia- marca la visión que el resto de la gente tiene sobre uno. Para siempre. Pero por otro lado también creo -y vi muchísimos casos- que las personas pueden borrar o «corregir» su pasado con una buena conducta en el presente y así deshacerse de toda mala fama creada en algún momento.
Hoy en la timba con mis amigas hablamos del pasado. De gente del pasado. Ese DJ que pasaba pésima música pero era muy lindo, y ahora resulta ser el jefe de una amiga. Ese chico al que le iniciaron un rumor fatal que es el día de hoy que todavía se comenta. La rápida de un grupo. La santita de otro.
Es inevitable: siempre juzgamos y ponemos etiquetas.
Con la edad aprendemos que las cosas no son tan drásticas y que al fin y al cabo, muchos terminamos haciendo lo mismo. Eso que 10 años atrás era IMPENSABLE. Pero siempre quedan estas personalidades que se destacaron en algún momento por cierta característica especial. Para bien o para mal.
El DJ, dentro de todo fue recordado con buenos momentos. Ahora convertido en un fanático arquitecto, manteniendo su sex appeal y facha, resultado final: positivo. Opiniones encontradas. Una de las chicas pensaba que era lo menos que haya sido DJ, otra que era una buena forma de mezclar lo artístico a la estructura de la vida. Al fin y al cabo, ahora es arquitecto. Ya no trasnocha pasando música y canchereando con los auriculares y las bandejas. Teoría ambigua: el pasado lo «humaniza», o el pasado lo hunde.
La rápida del barrio que después de hacerlas todas y cada una, encontró un novio, se vistió menos provocativa, se la dejó de ver en las noches porteñas, y hasta fue ejemplo para muchas en cómo mantener una buena relación. ¡Ésa sí que fue piola! Nunca una duda, nunca un «no sé», siempre pa-frenchi. Pero ahora es la Madre de América. Hasta casi un modelo a seguir -en su nueva postura. Teoría: esta mina es una ídola. Hizo la que quiso y encima ahora se las da de ejemplo. Su pasado quedó atrás y nadie se acuerda de sus historietas. Y si se recuerdan, se borran con un «eso era antes, ahora está…».
Pero después saltó sobre la mesa de discusión el caso del personaje que desde chico -incluso antes de que lo conociéramos personalmente- se rumoreó una historia de índole sexual que hizo sonar su nombre por todo el barrio y más. Y aunque de un momento para el otro desapareció de la tierra, años más tarde cuando casualmente la vida lo hizo aparecer, su estigma seguía marcándolo como «el que le hizo…». Pobre chico, quizás fue verdad. Pero quizás no (y si fue verdad, también se merece un «pobre»). Según dicen, hazte la fama y échate a dormir. Teoría: el pasado lo persigue y lo va a seguir haciendo muchos años más. Lo positivo es que quizás ni se entere.
Hay una última reflexión. Una vuelta de tuerca más. Una letra chica.
Con un buen presente y un prometedor futuro, se pueden llegar disipar los comentarios maliciosos que a todos nos gusta hacer. Pero ojo, eso sí: el pasado sigue latente y a la primera de cambio, vuelven las etiquetas. Si fracasa eso que los rescató del pasado, lo primero que va a salir en boca de todos son esos recuerdos archivados que se pensaron superados y hasta algunas cosas inventadas. La gente es mala, esa es la verdad, y disfruta con el fracaso ajeno. Así que en la primera que el novio deje a la chica, no van a faltar quienes anden por ahí hablando pestes de ella, y justificando al novio que «menos mal que dejó a esa loca». La fama del pasado, otra vez.
Deja una respuesta