Los pelos desubicados.

Debería existir una ley en la que los pelos estén obligados a mantenerse en lugares apropiados y previamente pactados. No en el jabón.

Acostumbrada a tener baño propio, compartir uno con alguien me resulta una experiencia completamente difícil.  Me di cuenta que tenía este Toc o mañía hace  unos meses cuando viajé con unas amigas durante un mes. Un mes de convivencia. Con íntimas amigas, pero con las que no estamos acostumbradas a con-vivir. Además de buenos recuerdos y lindas fotos, me traje un nuevo dato sobre mí: el baño tiene que estar impoluto. Impecable. Blanco y  pulcro. Me desquicia ir a lavarme los dientes y encontrar restos de pastas de dientes anteriores, y ni hablar de ver el cadáver de un hisopo: fue motivo de pelea.

Algo así me pasa con los pelos. En el baño y en general. Los pelos deberían tener un comportamiento autónomo, en donde si ven que están desubicados en el lugar, corrigen su conducta. Pero no. El pelo se suelta, se escapa y se agarra a los lugares y objetos menos indicados. En mi trabajo, están hartos  de encontrar pelos  largos míos enganchados a las sillas, colgando de las paredes, o en ese rincón que refleja el sol. No tengo excusa. La única  con pelo largo en la oficina, soy yo. Es por esto que trato de tenerlos controlados, pero es imposible. El pelo se esconde del dueño, y aparece cuando los ojos de otra persona están por la zona.  Pareciera que se hacen invisibles. En el jabón no están cuando uno se termina de bañar, pero sí cuando entra el siguiente a la ducha. En la pierna no están cuando terminas de depilarte, pero sí en la pileta frente a otras personas.

Debería existir una ley en la que los pelos estén obligados a mantenerse en lugares apropiados y previamente pactados. Digámosle SÍ a la lucha contra los pelos desubicados.