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El no balance.

18 Dic

Aplausos y cascabeles que estamos en diciembre. Otro año más que está por pasar y este post que no intenta ser un balance.

Con buenos meses, malos meses, y meses meses, termino el 2012 con buena energía. Demasiada quizás para un fin de año, pero está bueno eso. Quizás porque me estoy mentalizando para mi primer verano sin vacaciones, aunque es el primero sin vacaciones en enero (porque me escapo los últimos de diciembre). Pero es como que tengo la idea «que este año no tengo vacaciones».

Y ahí empieza mi punto. Me di cuenta que ME ENCANTA mi vida. De alguna forma u otra, encontré hacer las cosas que me gustan y estar en los lugares que me hacen bien. Hacer programas que me divierten y logré encontrar la manera para hacer las cosas que no fui encontrando en el camino. Hacerlas, crearlas, inventarlas, sea lo que fuere para lograr lo que tenga ganas.

Me despierto a la mañana calculando media hora para hacer fiaca en la cama. Me pongo aproximadamente cinco despertadores que se repiten -cada uno- cada nueve minutos. Eso es para los días que más cansada estoy, y todo porque la noche me llama. Hay una franja horaria nocturna donde se me pasa el cansancio del día y saco buenas ideas y los mejores resultados. Pero cuando me despierto con el primer sonido (cuidadosamente seleccionado para que sea un pirimpimpim suave y que no me despierte de mal humor), prendo la televisión para ver el noticiero y me compadezco de la gente que viaja en subte, tren, o colectivo, y escucho los problemas gremiales que les complican la vida. A veces, cuando me aturden las malas noticias pongo algún noticiero oficialista que cuenta cómo un mono se quedó barado en un árbol de El Planetario, o miro el programa de «Café no sé cuánto» en CNN en Español. Si no me engancho con mi libro, a veces consigo algún buen documental en Encuentro, pero me da bronca cuando me tengo que ir en el momento que están por explicar cómo hicieron algún puente famoso. Sea lo que fuere, de alguna forma, es casi imposible que llegue exactamente a horario.

Salgo de casa y disfruto de la mañana veraniega de calor, entre pajaritos y el ruido de alguna que otra cortadora de pasto. Nada más rico que el olor a pasto recién cortado. O recién llovido.

Mientras en el chat de Whatsapp el grupo de las chicas se está quejando de lo llenos que van los trenes, yo prendo el aire acondicionado del auto y pongo la radio en AM. Zappeo entre Chiche y Rial para profundizar los temas del día que vi en el noticiero mientras seguía en la cama. Auricular en la oreja, si me despierto charlatana, llamo a alguien para charlar durante todo el camino. Sino, sólo llamo a @novio para darle los buenos días.

Entre los semáforos me pinto. Mi amiga Paula dice que podría evitar ese ritual si me despertara diez minutos antes, pero no lo quiero evitar. Llego al trabajo y abro mis mails, y hago los 5 in 15: así empieza mi día.

A eso de las 12, arreglo dónde voy a almorzar. Si es en lo de mi amiga, si es con mis tías (no le digo tías, pero es bueno para resumir), si almuerzo con @novio, o si es con «La Mesa de Mirtha» en ese restaurant divino al aire libre en Martínez. Si no tengo mucho tiempo, lo resuelvo con algún que otro plato rápido. Ahora que se viene Navidad, aprovecho para ir al Unicenter y hacer las compras de Santa, sin gente y sin pausa.

A la tarde, siempre hay algún programa que hacer. Si no es la timba con las chicas, o no es ir a tomar el té o algunos mates a algún lugar, o no es irme a casa a leer mi libro, es porque tengo alguna reunión de trabajo. Porque además de hacer mi trabajo, que me gusta, tengo un trabajo, donde hago lo que me gusta como trabajo.

Volví a tocar el piano. Ya lo había retomado el año pasado, pero en algún momento de estos meses me había olvidado y lo recuperé. Encontré canciones que me resultaban entretenidas para tocar. Eso está bueno. Ahora leo más de corrido.

Los jueves, trato de reservarlos para comer con Mamá. Nuestro menú especial, aprovechando que Papá está en el poker, es milanesa de soja con queso, ensalada, y uno o dos capítulos de alguna serie que estemos viendo. Dr. House era la excusa, pero ahora el ritual quedó.

Los lunes me toca gimnasio. Que no me gusta tanto, pero la operación de ligamentos cruzados me obliga. No es tan dramático, porque me encuentro con el grupo de «La Mesa de Mirtha» y charlamos entre la cinta y la bici.

Por la rodilla, perdí mis fines de semana de deporte. Pero sino mis sábados empezaban con golf post-boliche, y fútbol post-golf. Aunque últimamente estaba saliendo más los sábados. Porque todas las semanas se tiene que salir al menos una vez con los amigos y una vez con @novio.

Al deporte, lo cambié por visitas a los mercados de pulga o los almuerzos en lindos lugares con @novio. Pero como se aburre rápido, hay días que hacemos cinco programas en menos de cinco horas. El otro día hicimos almuerzo, ir al río a tirarnos un rato, cafe y torta, y helado de postre, todo en diferentes lugares, en menos de … ¿cinco horas? Es tan geminiano…

Al deporte no lo reemplacé, sólo espero retomarlo. Pero aprovechando el veranito, los programas de fin de semana mejoran mucho. Si no es pasar la tarde en la pileta o el lago, es salir a dar una vuelta en lancha. Asaditos a la noche y alguna que otra salida alquimista con amigas, que no se sabe ni donde se empieza ni donde se termina.

Con esto de que es fin de año -y quién dice, fin del mundo, o fin de una era- tengo más eventos que días de la semana. Porque las chicas se juntan todas las semanas, pero esta vez, aparte de ser fin de año, otra más se va a vivir afuera. Porque la timba de fin de año tiene que ser sí o sí, porque sino es el asado de fin de año del grupo de fútbol, o nos juntamos con el grupo de la facultad A. También está el grupo B. Y también el C. Además de la comida de fin de año del trabajo, pero que también vamos a hacer un almuerzo con los más íntimos y con uno de los chicos que se fue. Y es así, el fin de año se festeja todas las veces que sean necesarias.

Pero como si el fin de año pareciera estar tranquilo, una de las chicas, una de mis mejores amigas, se casó. Entonces entre la despedida de soltera, el video sorpresa, el doble civil y la fiesta de casamiento, diciembre se hizo mini.

Me quedan algunos pocos días y empiezo mis vacaciones, pero tengo TANTO por hacer estos días, que pareciera que fuera en años. Igual, vacaciones en diciembre no alcanza. Creo que me merezco otras en febrero… antes, por supuesto, de las de Semana Santa.

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