Desde el más allá.

26 Jun

Hace rato no tenía un entierro. Creo que el último fue en el 2010. Sí, dos años sin muertes es un récord lamentable, pero es.

Domingo a la noche en casa, tirada en el sillón con mi novio terminando de ver una película. Suena el teléfono. El caller ID mostraba un nombre que anticipaba cualquier cosa, menos un buen augurio. Aparecía el nombre de la tía abuela de él. A los casi 98 años de edad, una llamada a las 12 de la noche no es algo normal y, efectivamente al atender, se encontró con la peor noticia. Era la abuela. El entierro sería al día siguiente en el Memorial de Pilar.

Al medio día de ese domingo, mi novio (perdón por repetir tanto el «novio», pero tengo vetado hablar de él en este blog) me había dicho mientras almorzábamos que tenía que llamar a su tía abuela. Hace un par de días que no hablaban, y quería saber cómo seguía recuperándose de un golpe que se había dado unas semanas atrás. Pero el domingo es vago, y el llamado quedó en la lista pendiente de cosas para hacer el lunes.

El lunes ya era tarde.

Después de enterarse la peor noticia, lo primero que me dijo fue que no había que dejar las cosas para después.

No hay que dejar las cosas para después.

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Estábamos en la misa del entierro. Muy corta para mi gusto, y muy corta para una mujer que llegó a los 98 con una cabeza impecable y una memoria mejor que la mía. Muy corta para la cantidad de personas que la quieren y que estuvimos ahí. Muy corta para la larga y completa vida que tuvo. Pero en realidad no hacía falta que alguien que no la conocía nos hable de ella, así que la misa estuvo bien.

Hubo algo que dijo el cura que me quedó resonando en la cabeza. Es típico, lo dicen siempre, pero esta vez me hizo recordar muchos años atrás de mi vida, y me di cuenta de algo que me atormentaba de chiquita pero de lo que jamás tuve conciencia.

«En realidad no se fue, sigue acompañándonos y mirándonos desde el cielo…»

Volví a tener 7 años. Volví a recordar a mi abuelo paterno que poco conocí pero de quien me quedaron lindos recuerdos. Volví a ese momento y me di cuenta que durante mucho tiempo me atormentó el «y nos está mirando».

Más allá de ser tranquilizador, yo lo sentía como una especie de psicosis. Puedo entender la muerte cuando se trata de personas que vivieron una larga y buena vida, pero no puedo entender que me estén mirando. Puedo entender que me acompañen cuando los recuerdo y estén para cuidarme cuando lo necesite, pero no puedo entender que me estén mirando. ¿Todo el tiempo están mirando? ¿Cómo hacen para mirarme a mí y a todo el resto de personas que dejaron atrás? ¿Me ven cuando me porto mal o me peleo con mi hermano? ¿Me ven cuando hablo sola y digo cosas que quizás no quise decir? ¿Tengo que explicarles que en realidad no pienso eso? Si digo una mala palabra mirando al cielo, ¿van a pensar que es para ellos?

Ahora me parece hasta tierno. Una mocosa disculpándose y aclarándole a la nada sus reales intenciones. Pero en ese momento era algo que me preocupaba. ¡Era agotador! Yo creía que cuando moriría y me reencontrara con todos mis familiares, me iban a recriminar todas estas cosas.

Creo que con el tiempo me convencí de que si realmente nos están mirando, no lo hacen para juzgarnos, sino como realmente significa la frase: para acompañarnos. Aunque prefiero pensar que están jugando al Bridge, al Truco o a alguna otra cosa más divertida.

Este post fue autorizado por @novio para su publicación. (Es Hitler.) 

Q.E.P.D. A.O.S.

Una respuesta to “Desde el más allá.”

  1. claudia 26 junio, 2012 a 4:20 am #

    que lindo, que tierno, un beso grande al novio anonimo.

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