Era la última media hora de mi cumpleaños. Terminaba los festejos comiendo sushi con mi novio en un restaurant de Palermo. Ya me había dicho a la tarde «me siento raro». No me preocupé mucho. «Raro» pudo haber sido que le cayó mal el almuerzo y le dolía la panza. O que tenía sueño. O cualquier cosa. No había habido peleas ni similares, todo lo contrario. Se puso al hombro la comida de mi cumpleaños e hizo pizzas caseras para todos los que vinieron a casa a saludar. No había nada de qué sospechar.
Pero en el auto veníamos callados. ESO era raro. Intercambiamos alguna que otra idea, me contó que me llevaba a un lugar sorpresa que quería probar, un paseo ameno. Después me olvidé, no había nada de qué sospechar. Nos sentamos y pedimos. Todo estaba bien, pero algo estaba raro. Tardamos en decidir con qué rolls completar el pedido, terminamos eligiendo unos Hot Philadelphia. Comimos la entrada, charlamos, de trabajo, del cumpleaños, de cosas varias, de cualquier cosa. Ya había llegado el pedido y estábamos comiendo. Y acá se puso rara la cosa.
«Voy al baño», dice. Se levanta y se va. A los pocos pasos de alejarse de la mesa, mete la mano izquierda en el bolsillo delantero del jean, y chequea el teléfono mientras se aleja a paso apurado. Listo, esto es raro.
Que cualquier persona interrumpa su comida para ir al baño, vaya y pase. Pero que mi novio deje bocados de sushi en la fuente, se levante para ir al baño -en medio de la comida, cabe reiterar-, y se vaya chequeando el teléfono, no es algo normal. Si había algo que me sonaba raro, al ver que había dejado comida en el plato, ahora sonaba fuerte. Lo primero que pensé es: «Éste tiene otra. Le debe haber llegado un mensaje de su amante». Si hay algo que no soy, es celosa. Entro a su Facebook con fines lúdicos, tengo la contraseña de su teléfono, y su mail está siempre abierto. Jamás en los casi dos años de noviazgo le revisé nada. Mi teoría es que: mejor, ni saber.
Pero en esos 5 minutos en los que él fue al baño, me armé la película.
Hace tiempo que tiene el teléfono siempre en vibrador. Pero si le escribió la amante, ¿qué necesidad de dejar el sushi por la mitad? No es normal que deje de comer para ir al baño. ¿Acaso le decía que lo iba a llamar YA!? ¿No podría haberle respondido después, más tranquilo? ¿De dónde la habrá sacado..? Si, eso sería algo que le preguntaría, pero más que nada para saber qué capítulo de su vida me saltée o no presté atención. ¿Se charlarán por Twitter? Con razón está tooooodo el tiempo chequeando novedades. ¿Y si es anterior? Quizás esa amiga que él me dijo que nos canceló las dos invitaciones para ir a comer. Claro, medio raro que me presente a su amante en una comida como si fuéramos íntimos. QUÉ fiaca. ¿Cómo tengo que reaccionar? No sé si me veo haciendo un escándalo. Tampoco sé si quisiera preguntarle todo lo que cualquier le preguntaría. No le quisiera decir a mi familia que tiene otra, lo quieren tanto que la verdad es que me daría lástima que pase a la lista negra. El «estoy raro» que me dijo hace un rato, ¿era en serio? Yo no le presté atención, no le di tanta importancia. Qué novia relajada que soy, debería ser más atenta quizás. Debe estar por volver del baño, mejor agarro mi teléfono para que vea que yo también chequeo mi teléfono, aunque en mi cumpleaños es más que normal que me haya llegado un saludo.
Mientras se sienta, le pregunto, con miedo y sin estar segura de querer saber la respuesta: «¿Quién te habló?» Me dice que nadie. Le creo. Al fin y al cabo justo en mi cumpleaños no me quiero enterar. Él me pregunta lo mismo (¡bien! me vió revisando mi teléfono) le digo que nadie. Pero lo mío era verdad.
Agarra los palitos chinos y encara la fuente. Todavía quedaban bastantes piezas. Seguimos comiendo y charlando como si nada. Le agradezco la comida, el maestro pizzero que me salvó la noche anterior, los regalos, y todo lo que pude. Por lo menos quería que sepa que valoro y mucho lo divino que es. Si me iba a dejar por otra, que no sea por haberse sentido poco reconocido o no valorado. Ese tipo de reclamos de una pareja duelen, hacen sentirnos egoístas y egocéntricos, más vale prevenir que curar.
Ya lo sabía, debería habérmelo imaginado. Mis amigas cuando les digo que no me quisiera enterar de una infidelidad no la pueden creer. Me dicen, «Ah no, cornuda si, boluda no.» Yo digo que no quiero que me cuenten. Que si me cuentan tengo que hacer algo al respecto, y quizás no quiero. Pero la sociedad condena. Entonces prefiero ser boluda pero por no saberlo. Salvo que lo vean en el Único de San Isidro o similar. Pero ahí por desprolijo. Porque en un lugar así hay altas posibilidades de que yo misma lo encuentre. ç
Al final, todo encaminaba a que me termine enterando. Como si la gente funcionara con las psicología inversa. Como si nadie me hubiera escuchado cuando decía:
¡NO ME CUENTEN! ¡NO LO QUIERO SABER!
El lugar ya casi cerraba y yo estaba un poco desabrigada. Durante el día había habido un clima increíble y juré que a la noche seguiría así pero no, estaba con frío. Aparte me había vestido para la ocasión y me había puesto un vestidito que me estaba esperando desde Marzo para que lo saque a pasear.
Pedimos el café y nos quedamos charlando un rato más. Ya casi no había gente en la calle. Eran las 11:55, me quedaban 5 minutos de cumpleaños y el balance era más que positivo. Pide la cuenta y el mozo deja de acomodar las mesas para el día siguiente y se va a buscarla. Ya era hora de dar por terminado mi día.
Le pregunté si había algo de lo que debiera preocuparme, me dijo que no. Resignada, alea jacta est, que sea lo que sea. Le vuelvo a creer, era lo mejor que podía hacer.
Dando la vuelta por el pasillo se asoma el mozo que tenía más ganas de irse que otra cosa. Traía un postre con una velita prendida arriba. Gonza me canta el feliz cumpleaños y yo lo acompaño así no canta sólo. Pido los tres deseos y me acordé que al medio día me habían retado: «Son sólo tres deseos por cumpleaños, no por vela. Tenés que pedir los mismos que anoche pediste a las 12.» No me los acordaba, así que los hice genéricos.
-«Fui a pedirla cuando me levanté para ir al baño. Pero estaba preocupado por si ya era muy tarde, por suerte me fijé en el teléfono y nos sobraba tiempo. Después pensé que el mozo se había olvidado, quería que nos lo traiga con el café», me dice.
-¿¿¿EEEESO ERA???? ¿POR ESO TE LEVANTASTE MIRANDO EL TELÉFONO??!! Suelto en un gritito callado y ahogado.
Entre un suspiro de alivio y una risa nerviosa de lo ridícula que me veía, terminé blanqueándole mi locura. Blanqueé mis sospechas de su amante. Me reservé el brainstorming que había hecho en mi viaje de 5 minutos en los que él tardó de volver del baño. Se estará enterando cuando lea esto.
Me dijo que era una boba, que me quedara tranquila y algunas otras lindas cosas más que se dicen los novios cuando se quieren. Y así, después de varios lindos festejos y un final feliz, terminé mi cumpleaños 25. Digo 22.