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La revolución de la tira.

25 Abr

Desconozco los rituales de otras religiones, pero si más o menos seguís las tradiciones cristianas, en Semana Santa sabrás que no se come carne. No hasta el domingo.

Desde que mi abuela falleció, la empanada gallega que ella hacía, es una de las cosas que más extrañamos. Este año mi papá (que a modo de supervivencia desarrolló habilidades culinarias muchas veces impecables) se puso el pescado al hombro y quiso repetir el plato tan esperado por todos. No entiendo por qué, pero hasta cuando mi abuela vivía, sólo comíamos empanada gallega el viernes santo. Ningún otro día del año. Ni uno solito. Lo mismo pasa con el Vitel Thoné. Una vez me acuerdo de haber ido a lo de una amiga y encontrar que había quedado de la noche anterior el Vitel Thoné (y era cualquier día del año… un 3 de julio quizás). Me pareció raro, cuando en realidad lo raro es que tenemos días asignados en el calendario específicos para comer ciertas comidas, que dicho sea de paso, son los platos más ricos del año.

La empanada gallega no estaba «fea, fea», pero el aceite del atún te brotaba por los poros cada mordisco que dabas.

Para seguir con la cocina española, a mi papá se le ocurrió hacer una paella. No voy a sacarle créditos a mamá que colaboró con unos postres para hacer dieta un año entero. Detesto los bichos de mar (y lo sufro muchísimo) así que tuve que conformarme con unos ravioles sin salsa, sin crema, y sin sabor.

Que sale sushi… que sale pollo… todas las comidas eran pensadas para respetar la tradición de no comer carne. Paréntesis: ¿sabían que la iglesia en realidad NO dice que NO se tiene que comer carne? Históricamente, si no me equivoco, la no-carne es para acompañar a Jesús en su sufrimiento (y sufrir un poco nosotros también), pero parece que ahora no les importa tanto. Con tanto come-niño es lógico que no les preocupe que nos comamos un bife.

Que sale sushi… que sale pollo… llegó el domingo y salimos todos corriendo cuan apocalipsis al supermercado más cercano a encontrar el último pedacito de carne que quedó en las heladeras. Padre llama a Madre desesperado: «¡No encuentro carne por ningún lado!», en la radio motivaban a que los oyentes que estén preparando el «asadito», llamen para contar con quién celebraban las Pascuas. Todo un mundo revolucionado por una tira de asado.

Por más que no coman carne quizás en un mes entero, sean principalmente vegetariano, o no tengan parrilla y el placer de poder hacer un asadito en cualquier momento, el domingo de Pascuas todos desesperan por quién se agarra el último chorizo, más si es un día divino como el de ayer. Creo yo que más por un acto reflejo ante la abstinencia obligatoria, que por las ganas. Sea como fuera, el Domingo de Pascuas no sólo comemos carne, sino que comemos como si fuera la última cena. Nos matamos comiendo como si hubiéramos cumplido la cuaresma  famélicos, cuando en realidad… sólo nos perdimos tres días de carne. Tres.

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