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El agujero negro.

3 Abr

La cartera de la mujer es algo hiper personal. Sólo la dueña es capaz de encontrar en la oscuridad, manejando, o mientras camina y charla, lo que está buscando.

Es sabido que las carteras grandes pueden administrar infinita cantidad de cosas, pero mi cartera del momento no es grande. Es mas bien chica y sin embargo es como si las leyes de física no se aplicaran a su tamaño: realmente, entran muchas cosas.

Cuando digo muchas, me refiero a: un par de anteojos sin estuche, un gancho de pelo de flor -a media flor-, un juego de llaves de departamento, el DNI, la billetera, una caja de cigarrillos, un perfume, un bolsito con pinturas (tapa ojeras, delineador, rímel, pincel, esponjita), segunda caja de cigarrillos, el cable del iPhone, una lima, un «cosito para los labios» (conocido también como manteca de cacao o «chap-stick»… pero esos nombres sólo se usan cuando estás esquiando. El resto del año es «cosito».), un Real (porque según mi mamá, la plata no se tira: aunque este verano en Uruguay fui a pagar con un billete de 5 uruguayos y me dijeron que no se usaban desde 1998), dos tarjetas de contacto, las llaves del auto, una gomita, un par de medias, tercera caja de cigarrillos (odio tener que comprar así que compro en cantidad, no es que fume tanto), juego de llaves de la oficina, un encendedor, una segunda gom-… perdón, una tercera gomita, plata tirada por ahí (un billete de 10, uno de 20, y uno de 5), una gomita de pelo finita, un ganchito chiquito de pelo (que acabo de descrubir roto) y otro igual pero sano, una caja de fósforos, una postal de la marca de ropa de mi amiga, tres monedas de 25 c, un gancho para el pelo, y un folleto del Malba. Ah, y el teléfono.

Llamen a un científico y que venga a explicarme cómo ésto es posible. ¡Gracias!

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